Treinta años atrás caminaba por delante del colegio, sobre unos tacones que sonaban como espuelas de caballos. Algunos compañeros comentaban en voz baja lo que muchos pensábamos secretamente. Entonces mirábamos disimuladamente aquel escote que sobresalía de sus vestidos floreados y dejábamos de mirar cuando sentíamos la mirada felina, entre retadora y pícara, de aquella señora … Sigue leyendo La dama del escote
¿Hacia dónde vamos?
El Hyundai granate, que unas horas antes habían alquilado en el aeropuerto, empezó a sonar de forma extraña. Bromearon diciendo que era un coche para viejos y ahora parecía que les iba a dejar tirados en esa carretera que dividía el desierto en dos. Cada vez que Lucas aceleraba, el motor emitía un sonido parecido … Sigue leyendo ¿Hacia dónde vamos?
Agosto, en Barcelona
Se apropian de las calles las niñas rebeldes que se niegan a veranear con sus padres. Cuando no pasean regalando miradas, esperan, en sus casas vacías, al novio, que nunca se parece a mí cuando tenía su edad.
Un reto es un reto
Aún recuerdo el día que llegó por primera vez a la escuela y cómo algunos chicos se rieron de su acento. Por aquel entonces lo de la inmigración no era tan habitual como ahora, y que viniese un peruano a nuestro colegio de la zona alta de Barcelona era algo digno de contar el domingo, durante la comida familiar. Las burlas se acabaron cuando el nuevo lanzó su primer “reto”.
Los peligros de un Leonard Cohen feo
Un día me dí cuenta de que me seguía un tipo y me metí en una casa de quinielas. Bueno, la verdad es que no me seguían a mí, fue a un amigo, pero éste me lo contó. Prefiero explicarlo tal y como fue. Yo ya tengo bastante con lo mío, porque la verdad es que no es muy creíble la historia, y uno ya tiene el San Benito de inventarse cosas.
El hechizo gitano
Nunca antes había bailado. Los que me conocéis podéis dar fe de ello. Incluso alguno puede salir con que le robe a su chica mientras él bailaba. Eso ya no lo puedo negar. Sé que suena extraño que un tío que no baila aparezca dos días después con la misma ropa diciendo que vuelve de bailar, pero debéis creerme.
Sit down
es habían advertido que Nueva York era una ciudad muy peligrosa. Que debían ir con cuidado con los negros porque eran implacables con los blancos y también con los veteranos del Vietnam, que arrastraban su locura por la gran manzana fruto de los empachos de violencia y drogas. Que vigilaran con los tipos con gabardina que aguardaban en las esquinas para mostrarles sus encantos y, sobre todo, que estuvieran alerta en el metro con los locos que vivían obsesionados con lanzar a la vía al resto de usuarios.
Un perro libre
Corre un perro por la ciudad. Sin rumbo, desorientado, despeinado. Corre entre la gente que compra los regalos de Navidad. Un collar sin correa, un perro solo. Al borde de la locura, babea y corre ahora que es libre, cambiando de rumbo sin cesar, con ojos de lobo.
Susana
Cuando hablaban, Susana parecía emocionarse, se le enrojecían levemente las mejillas y mantenía la mirada fija en los ojos de Carlos, de forma retadora y provocativa, como nunca le habían mirado antes. Entonces llegó a pensar que ella estaba enamorada de él.
Un poco de educación
Me preguntaron muchas cosas. Es su trabajo, no les reprocho nada. Sólo me molestó aquel gordo y su puta manía de hablarme tan cerca. Podía sentir aterrizar en mi cara la saliva disparada por su enorme bocaza. Me dijo palabras crueles y las dijo en alto. Intentó que sonaran como dichas por un tipo duro, … Sigue leyendo Un poco de educación
¡Adiós, Nick!
Abrí la ventanilla. El frío y el viento casi me impedían abrir los ojos. Sentía como el aire me deformaba las partes flácidas de mi cara. El retrovisor me reveló la patética expresión que tenía con la cabeza fuera del coche.
El viejo y su BMW deportivo
"¿Qué te crees, que por tener un coche lo tenés todo en la vida?" Pensé que el coche era muy bonito, que me gustaría tenerlo a mí, y que el hombre del niño tenía muchos más problemas que aquel atropello frustrado.
El día que conocí a Lediakhov
Las niñas del club, con sus largas melenas y finas figuras, nos miraban jugar al fútbol mientras tomaban el sol en la azotea del edificio. Nosotros intentábamos capturar una imagen de esos cuerpos casi desnudos, de reojo, para que no se notara, sin saber muy bien si les gustábamos o nos despreciaban.
Muchas veces he…
Muchas veces he advertido que tendemos a atribuir a nuestros amigos una estabilidad similar a la que adquieren en la mente del lector los caracteres literarios. Aunque abramos el Rey Lear montones de veces, nunca encontraremos al buen rey arrojando su escudilla en violenta rebeldía, olvidados todos los pesares, en una alegre reunión con sus … Sigue leyendo Muchas veces he…